Poeta y Diosa: La Historia de la Primera poesía y la identidad como ejercicio de poder. Introducción
- Amanda Durán
- 26 dic 2024
- 5 Min. de lectura
La poesía no vive al margen; interviene y transforma. Y nació con una mujer, Enheduanna, princesa sumeria que no solo fue la primera poeta de la historia, sino también la primera en firmar su obra con nombre propio. La primera autora. Desde la ciudad de Ur, en el siglo 2285 a.C., Enheduanna fue ungida como gran sacerdotisa, estratega militar, dirigente política y su trono, a través de la palabra poética, creó un panteón de dioses e himnos sagrados. Su historia es la historia de la poesía, de los cimientos del poder y la política, sólo para valientes.
Enheduanna: Poeta, Diosa, Estratega y Gobernante.
Mucho antes que Ángela Merkel, Michelle Bachelet, “Queen Elizabeth” o cualquier otra mujer asumiera una alta responsabilidad política en el mundo, Enheduanna lo había hecho todo. Encomendada por su padre, el rey Sargón de Akkad, a la compleja misión de unir las creencias de Akkad y Sumer, en una Mesopotamia recién conquistada. Su cargo no fue menor: gran sacerdotisa de Ur, máxima autoridad espiritual y pieza clave en la estabilidad política del primer gran imperio de la historia.
Pero Enheduanna no se limitó a ser un símbolo o una figura de autoridad. Fue una líder autónoma que creó un nuevo modo de gobernar, que rige hasta nuestros días, comprendió que el poder es emoción, pasión y relato. Administró la política del imperio, y la estructuró. Para ello, dio forma a algo fundamental: el mito. Transformó la emoción el un motor para despertar pasión por el imperio. Hablamos del origen de la religión, el patriotismo e incluso las barras bravas. Esa pasión como herramienta de poder la escribió con poesía Para forjar una nueva fe, Enheduanna escribió himnos, textos cargados de ritmo, metáforas y devoción. Algo jamás visto o testimoniado en la historia humana.
Fue radical: firmó su obra. Hasta entonces, la escritura solo había tenido una función documental. Los escribas registraban datos legales, económicos y comerciales en tablas de arcilla. No se firmaba nada porque sólo había que dar cuenta del “dato” escrito. Firmar su obra fue un acto de creación individual, una afirmación de su identidad y autonomía. No solo firmaba, asumía la responsabilidad de lo escrito: “La compiladora de estas tablas fue Enheduanna. Mi rey, se ha creado algo que nadie ha creado antes”. Este gesto es uno de los primeros actos de soberanía creativa.
La Invención de la Religión: Poder, Pasión y Ritmo
Enheduanna no solo firmó sus textos, también los dotó de un ritmo que el mundo hasta entonces no conocía. La escritura, que había nacido como registro de lo legal y lo comercial, se convirtió en himno, en rito y en emoción. La devoción religiosa se transformó en una experiencia estética y emocional. Aquí radica el verdadero poder de la poesía: convertir lo abstracto en experiencia concreta, lo divino en humano y lo humano en divino.
Para unir los territorios conquistados por su padre, Enheduanna creó una nueva divinidad: Inanna, la diosa de la fertilidad, la guerra, el amor y la alimentación. Esta deidad es la primera gran "superheroína" de la historia, un personaje con múltiples facetas, compleja y llena de contradicciones. Inanna es luminosa y oscura, todopoderosa y vulnerable, divina y humana. La imagen de esta diosa —con sus luces y sus abismos— no solo sirvió para unificar religiones, sino que se convirtió en uno de los primeros retratos literarios de la condición humana.
Los textos de Enheduanna, especialmente El descenso de Inanna, narran una historia de muerte, resurrección y sacrificio que guarda una inquietante semejanza con los relatos que luego aparecerían en la Biblia. En esta obra, Inanna desciende al inframundo, donde es asesinada sin piedad y colgada como una pieza de carne podrida. Pero, como en los relatos cristianos, regresa a la vida. La diferencia es que aquí, la diosa no es salvada por la gracia divina, sino por su propia astucia, por el poder de la palabra y la emoción que ha dejado tras de sí.
“La Poetisa” que No Fue Poetisa: El Poder de la Palabra Firmada
Hasta antes de Enheduanna, la escritura tenía una función objetiva y fría: registrar datos, contratos y listas. La escritura de los primeros escribas no dejaba espacio para la subjetividad. No se escribían sentimientos ni se mostraba el yo de quien escribía. Pero Enheduanna cambió eso. Su poesía no solo narra, sino que siente. Es subjetiva, humana, pasional. Es una "cartografía del alma", un testimonio de la experiencia humana que se proyecta en la divinidad de Inanna.
Además, Enheduanna tomó otra decisión radical: nombrarse a sí misma. Eligió su nombre, un nombre simbólico que significa "Adorno de la Luna". Con este acto, no solo eligió una identidad, sino que se convirtió en la primera en usar un "seudónimo" en la historia de la literatura. Su nombre no era solo un nombre; era una declaración de poder y autonomía.
Inanna: La Primera Autobiografía Poética
Los textos sobre Inanna, aunque se escriben en tercera persona, son el primer ejemplo de autobiografía poética. En Inanna, Enheduanna proyecta sus propios miedos, sus anhelos, sus caídas y sus triunfos. La divinidad no es perfecta ni idealizada; es un reflejo de la poeta misma. La diosa sufre, llora, cae y resucita. Inanna, como personaje, es el antecedente directo de los héroes épicos de la literatura, pero con una diferencia esencial: es mujer.
Si se piensa que la poesía escrita por mujeres es "cursi" o "sentimental", basta con citar algunos de los versos más antiguos de la literatura para demostrar lo contrario. En El descenso de Inanna, la violencia es explícita y el lenguaje es visceral:
“Entonces Ereshkigal amarró el ojo de la muerte sobre Inanna
Habló contra ella su palabra de ira.
Exclamó contra ella su grito de culpa.
La golpeó.
Inanna se convirtió en cadáver,
Una pieza de carne podrida,
Y fue colgada de un gancho sobre la pared.”
Estos versos no son cursis ni dulces. Son brutales, oscuros y honestos. Inanna, como las poetas posteriores, no escribe para complacer, sino para dejar testimonio. Desde entonces, la poesía se convirtió en una herramienta de creación, resistencia y memoria.
Conclusión: La Palabra que Nació Mujer
El lenguaje no es solo un organismo vivo que respira y muta, sino que rige la forma en que entendemos el mundo. Desde su inicio, la palabra fue poesía, y la poesía fue mujer. La poesía no nació desde la neutralidad ni desde la frialdad de los datos. Nació con Enheduanna, con su pasión, su devoción y su capacidad para transformar lo humano en divino.
Enheduan

na no solo fue la primera poeta. Fue la primera en firmar su obra, la primera en escribir desde la emoción, la primera en hablar del amor y el dolor con la misma intensidad con la que narró la guerra y la política. No fue casualidad que la palabra "poeta" fuera, en su origen, femenina. Porque la poesía no necesita permiso para ser.
Cada vez que alguien escribe un poema, se suma a una tradición que comenzó con Enheduanna. Su ejemplo nos recuerda que la poesía no se encierra en definiciones rígidas ni en géneros. La poesía crea nuevas realidades. Es una forma de decir "aquí estoy", de dejar constancia de nuestra humanidad. Y si alguien pregunta por qué se mete una poeta en la política, la respuesta está en la historia: la poesía nació política, nació humana y, sobre todo, nació mujer.
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